viernes, 18 de junio de 2010

LOS SACRAMENTOS


El término latino Sacramentum designaba en el lenguaje jurídico romano la cantidad de dinero que las dos partes de un proceso tenían que depositar in sacro como caución: la parte depositada por el que perdía la causa pasaba al erario y se convertía por eso mismo en una cantidad consagrada a la divinidad. Por otra parte, en el lenguaje militar sacramentum era el juramento que prestaban los reclutas al entrar a formar parte en el ejército. Tanto el dinero como la persona que había hecho un juramento quedaban así «consagrados». La existencia del sacramentum militae, atestiguado a veces por un signo especial (fidei signaculum) impreso en el cuerpo del soldado, ha ejercido con su simbolismo una clara influencia en la noción de «misterio», que se añadió al concepto de sacramento cristiano.


Así pues, en su origen, sacramentum indicaba un acto de consagración y de iniciación, con el mismo significado que la palabra griega mystérion. La equivalencia entre estos dos términos empieza a aparecer en los textos cristianos del siglo III. Partiendo del sentido clásico de sacramentum militiae e inspirándose en la «militiae Christi» según el sentido paulino, Tertuliano aplica la palabra sacramentum al bautismo, considerándolo como el juramento por excelencia, opuesto a las obligaciones de la idolatría: ve en él una consagración y abre de este modo el camino a la adaptación ulterior del término sacramentum a la iniciación y al objeto de la promesa bautismal.


Luego, con Cipriano, se da ya por adquirido el doble significado de sacramentum como juramento y como misterio. Es cierto que en el siglo III el sacramento no se concebía aún como signo y causa de la gracia: y también es cierto que se habla sobre todo del bautismo y de la eucaristía, mientras que los otros ritos sacramentales no se consideran con tanta precisión y amplitud.


Las reflexiones de san Agustín sobre la naturaleza del signo fueron fundamentales para el desarrollo de la comprensión del sacramento. El término sacramento entendido como «simple signo» se aplica indistintamente a cualquier género de rito. Pero hay sacramentos-signo con los que va unido un don o efecto objetivo: se trata especialmente del bautismo y de la eucaristía. Gracias al concepto de signo se da una relación muy estrecha de significación entre el rito y sus efectos. El signo es una realidad cuyas apariencias sensibles sugieren la idea de otra realidad. Los sacramentos son signos porque son objetos materiales y sensibles (pan. vino, agua...) que remiten a otras realidades espirituales y religiosas. Pero todo signo que significa una realidad espiritual y religiosa es un sacramento; así pues, el sacramento es un "signo sagrado» o un «signo de una realidad sagrada».


La reflexión sacramental tuvo un gran desarrollo durante la Edad Media, sobre todo gracias a Hugo de San Víctor y a Tomás de Aquino. El primero, en su obra De Sacramentis christianae fidei encuadra los sacramentos en la historia de la salvación y capta en todos los acontecimientos salvíficos de Dios otros tantos gestos sacramentales que se nos dan como remedio a nuestra soberbia y a nuestra ignorancia.


Para santo Tomás, lo que diferencia al sacramento de cualquier otro signo es su carácter de causa: los sacramentos de la nueva ley causan lo que significan. El elemento material y sensible del sacramento está dotado por Dios del poder de causalidad respecto a la gracia, en cuanto que ha recibido de Dios el significado sacramental. Por lo demás, la naturaleza física del elemento sensible es ciertamente importante, pero de forma relativa: la ablución, la unción, la imposición de manos son causa de la gracia sólo en la medida en que están subordinadas al significado sacramental dado por el mismo Jesús y por la Iglesia. La aplicación de la gracia de la redención va ligada esencialmente a la recepción del sacramento, que santo Tomás define como signum rei sacrae in quantum est santificans homines "(signos de cosas sagradas hechos para santificar a los hombres» : S. Th. 111, q.60, a.2).


Recientemente la teología ha empezado a utilizar un nuevo lenguaje para hablar de los sacramentos, sustituyendo el lenguaje de la causalidad por el simbólico. Además, ha vuelto a la consideración de la estructura orgánica y unitaria de la sacramentalidad: está en primer lugar el sacramento fundamental y original que es Cristo; viene luego el sacramento universal que es la Iglesia: finalmente vienen los siete grandes signos sacramentales (los siete sacramentos) que actúan en los diversos momentos de la vida del cristiano como modos especiales de participar en el sacramento fundamental y original, Jesucristo. Por tanto, la sacramentalidad de Cristo se convierte en la clave interpretativa de todas las formas de sacramento, siendo además la única fuente de los mismos. Los Padres de la Iglesia y la liturgia vieron en el agua y sangre que brotaron del costado de Cristo traspasado por la lanza la imagen del origen de la Iglesia y la fuente primaria de los sacramentos. Éstos están ordenados a la santificación de los hombres, a la edificación del Cuerpo de Cristo, y finalmente a rendir culto a Dios; en cuanto signos, tienen además la función de instruir a las personas que asisten a su realización. «No sólo suponen la fe, sino que con las palabras y los elementos rituales la alimentan, la robustecen y la expresan; por eso se les llama "sacramentos de la fe"» (SC 59).


Los sacramentales son signos instituidos por la Iglesia, «por medio de los cuales, a imitación en cierto modo de los sacramentos, se significan y se obtienen, por intercesión de la Iglesia, efectos principalmente espirituales » (CIC, can. 1 166). En la categoría de sacramentales entra una gran variedad de ritos diversos entre sí: sacramentales cosas y sacramentales acciones. En el primer grupo se pueden colocar: el agua, las velas, la ceniza, los ramos de olivo bendecidos, el anillo de bodas.En el segundo, las consagraciones (profesión religiosa, bendición del abad, consagración de las vírgenes, dedicación de una iglesia), las diversas bendiciones y los exorcismos. R. Gerardi.

SACRAMENTOS (Y VIDA MORAL)

El sacramento es el acontecimiento de salvación en el que Dios se hace experimentable para el hombre, aceptando hablar su lenguaje, sumergirse en su sistema de signos y de símbolos, adoptando de este modo todo lo que esto implica de aproximativo y de condicionado culturalmente. Es bastante tradicional en el cristianismo la reflexión sobre la relación entre la vida moral y la vida litúrgico-sacramental de la persona creyente, o bien entre cada uno de los sacramentos recibidos por el individuo y el ethos cristiano en su conjunto; y esto afecta en particular a la ética de la religiosidad. Pero la urgencia que con más vigor interpela a la teología en el momento presente no es tanto el valor moral de la vida sacramental, como más bien el valor sacramental de la vida moral cristiana. La vida cristiana tiene una dimensión sacramental en sí misma, es decir, evoca en el plano de los signos y juntamente contribuye a «hacer» el misterio de salvación en el que se siente plenamente inserta. Esto vale para la vida de la persona humana considerada en su globalidad. y no sólo para aquellos aspectos que se suelen clasificar como pertenecientes al ámbito de la religión.
El septenario sacramental fue recibido por la Iglesia sólo después de diez u once siglos de cristianismo, y fue ratificado solemnemente por el concilio de Trento. Hoy se observa cierta tendencia a integrar los siete sacramentos en una visión más amplia y orgánica de la «sacramentalidad» de toda la historia de la salvación en cada una de sus manifestaciones. En este sentido se habla también de sacramentalidad de la Iglesia (que tiene la tarea de acoger y prolongar la obra salvífica de Jesús) y de la existencia cristiana, o de Cristo como « sacramento del encuentro con Dios» (Schillebeeckx).
Más aún, el sacramento en sentido propio y técnico tiene sentido solamente en cuanto que ayuda al sujeto que lo recibe y a toda la asamblea cristiana a adquirir una conciencia más plena de la sacramentalidad de la Iglesia como pueblo de Dios y de la vida cristiana del individuo en su conjunto.
En efecto, sería una experiencia religiosa bastante miope la que restringiese la propia idea de sacramentalidad a los siete sacramentos, o la que viese estos siete sacramentos como etapas o acontecimientos que -una tantum o con una periodicidad frecuente- ponen ritmo a la existencia cristiana, como si se tratase de ritos de paso o de afianzamiento.
Jesús es la plena respuesta de Dios a la invocación humana, la perfecta revelación por parte de Dios de su amor al hombre y, al mismo tiempo, la expresión perfecta del culto interior a Dios «en espíritu y en verdad» El creyente que haya hecho suyo realmente el modelo de Jesús, siente y actúa en su propia existencia la « responsabilidad sacramental ». es decir, siente que debe ser él personalmente sacramento del encuentro con Dios para los demás hombres, vehículo aproximativo y quizás inconsciente de las intenciones de Dios para con todas aquellas personas con las que se encuentra a lo largo de su experiencia terrena.
En efecto, los sacramentos, además de ser un don de salvación por parte de Dios y un acto de culto por parte del creyente, son fuente de vida cristiana y modelos de espiritualidad: una idea central en la eucología de los sacramentos es que los fieles sepan manifestar en la vida la gracia que han recibido, aquello que han llegado a ser en la celebración. Los aspectos propios de la celebración del sacramento, es decir, la anámnesis o memoria del acontecimiento de salvación, la epíklesis o invocación del Espíritu Santo, la doxología y la acción de gracias, son también los momentos constitutivos de la existencia moral cristiana.
De la misma forma que debería llevarse la vida verdadera en todas sus dimensiones, junto con los sufrimientos y las esperanzas de todos los hombres, al momento de la celebración, así también el espíritu de la celebración y su don específico de gracia deberían llevarse a la vida de cada uno de los fieles. El don sacramental se ve acompañado necesariamente de un compromiso y de una misión. Lo que se ha recibido -incluso por la mediación de la comunidad de los hermanos en oración- debe ser igualmente dado para la edificación de la comunidad de los hermanos. L. Sebastiani.





1) Bibl.: E. Ruffini, Sacramentos, en DTI, 1V 247-270; A, G. Martimort, Los signos de la nueva alianza, Sígueme, Salamanca 1967. J Espeja, Para comprender ios sacramentos, Verbo Divino, Estella 41994; Th. Schneider, Signos de la cercanía de Dios, Sígueme. Salamanca 1982; J Llopis, ¿Qué es un sacramento?, CCS, Madrid 1984; A. Donghi, Sacramentales, en NDL, 1777-1797

2) Bibl.: A, Santantoni, Sacramentos, en NDTM, 1613-1639; E, Schillebeeckx, Cristo, sacramento del encuentro con Dios, Dinor, San Sebastián 1971: J M. Castillo, Símbolos de libertad, Teología de los sacramentos, Sígueme, Salamanca 1981 B, Haring, La vida cristiana a la luz de los sacramentos, Herder, Barcelona 1972.
EJERCICIO de comprensión de lectura: ¿Por qué se relaciona la palabra sacramento con el lenguaje militar romano? ¿Qué es un Sacramento?

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