sábado, 19 de junio de 2010

DE LA CREACIÓN A LA RESURRECCIÓN


La creación y la resurrección son los dos polos fundamentales de nuestra fe. Los polos de la esfera se colocan en puntos opuestos, pero, hacen parte y están íntimamente unidos para conformar lo que llamamos esfera. Figurativamente hablando la fe cristiana tiene estos dos polos: la Creación y la resurrección.


CREACIÓN: Todo ser humano se pregunta por su origen, es decir, de dónde viene, de dónde procede. A esta pregunta se puede responder desde diversos puntos de vista: La ciencia ha desarrollado diversas teorías para explicar el origen de la vida. La filosofía que con su anhelo de totalidad ha intentado explicar este asunto racionalmente. Cada creencia tiene una explicación sobre el origen primordial del ser humano colocándolo en las manos de la divinidad.

Enseñados por la Palabra de Dios nuestra creencia también tiene una explicación razonable sobre este asunto dejando en claro que esta respuesta se hace con base en la fe cristiana como es lo lógico.

El Diccionario Teológico explica: “La fe bíblica en el Dios creador constituye una respuesta a la pregunta sobre el origen, el sentido y el fin del hombre, de las criaturas y de la historia. Al profundizar en la creación, el Antiguo Testamento concede una gran importancia a la experiencia de la salvación que Dios ha llevado a cabo en favor de Israel. El que liberó a sus elegidos es el único poseedor de aquella riqueza de vida que es causa y origen de todas las cosas. Para manifestar esta verdad, el libro del Génesis recurre a dos narraciones o « historias primordiales»: la yahvista (s. x a.C.) y la sacerdotal (época del destierro o algo posterior a ella), con que se presenta la identidad esencial del hombre, del cosmos, de las mutuas relaciones y de los respectivos vínculos con Dios. De aquí surgen algunas verdades que constituyen una parte integrante de la visión teológica y antropológica de Israel: todo procede de la acción poderosa y benévola de Dios; todo lo que está Dicho por Dios es naturalmente bueno; el hombre es una criatura que posee una doble dimensión, corporal y espiritual; es imagen de Dios; es sujeto capaz de ejercer responsabilidades, tanto respecto a Dios como respecto a lo creado; el ser humano es, por voluntad divina, varón y mujer; por eso, la duplicidad sexual no es motivo de división, sino de encuentro, de diálogo y de fecundidad; el pecado no es un elemento necesario del proyecto creador de Dios, sino que ha entrado en la historia, con todas sus consecuencias negativas, debido a un mal uso de la libertad por parte del hombre; la reacción divina al pecado del hombre no es la venganza, sino una promesa gratuita de liberación. Estas verdades, bajo otra forma y en otros contextos, están también presentes en los otros escritos veterotestamentarios.

El Nuevo Testamento no se limita a heredar este patrimonio, sino que lo reinterpreta a la luz de la persona y de la misión de Jesucristo; los autores sagrados señalan el lugar que él ocupa respecto a la creación, presentándolo como mediador, como modelo a cuya imagen ha sido creado el hombre y - como meta de llegada de la historia y - de todo lo creado. La adopción de la perspectiva cristológica provoca además la explosión de la " coraza' monoteísta en que estaba encerrada la interpretación veterotestamentaria de la creación; aun dentro de la fidelidad y continuidad substancial con la fe de Israel, la comunidad cristiana concibe la obra de la creación, así como los otros aspectos de la existencia, a la luz de la realidad trinitaria de Dios.

En los primeros siglos de su existencia, la Iglesia está llamada a realizar el trasplante de la novedad bíblica al área cultural griega, preocupándose de acoger las intuiciones positivas del pensamiento helenista y de superar los dos peligros conceptuales en que se podía incurrir al reflexionar sobre la creación: el dualista, que considera a las criaturas mundanas como el fruto de un principio negativo, que se contrapone a un principio bueno; y el monismo, que pierde de vista la diferencia cualitativa existente entre el Creador y las criaturas. Contra estas dos perspectivas inconciliables con el dato bíblico, los santos Padres reafirman que todo proviene de la bondad y de la libertad del único Dios, que es el Omnipotente, que sin cambiar y sin disolverse en el mundo puede suscitar de la nada otros seres existentes, tanto espirituales como materiales, que llevan dentro de sí una bondad connatural y que son ontológicamente distintos de él. Debido a cierta desviación de la perspectiva bíblica (que es de tipo histórico-salvífico) y al uso de la perspectiva filosófica, la teología de la creación a partir de los Padres se movió sobre todo en un registro racional, que la hará parecer muy alejada del país de Canaán. La teología y el Magisterio seguirán durante siglos esta característica, recordando cuando era preciso diversos aspectos de la fe bíblica en la creación contra las diversas falsas interpretaciones del patrimonio revelado.

En nuestros días se advierte la necesidad de revalorar la perspectiva trinitaria en la reflexión creyente sobre la creación. El Dios trinitario es ante todo origen de las criaturas: todo proviene del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que en una comunión perfectísima dan la vida a todos los seres y son la única causa de todo efecto creado, la creación es el acto fecundo de un amor que «marca» de manera positiva a cada ser: toda criatura, por el hecho de existir, es buena y por eso mismo amable.

A la luz de la Trinidad, la existencia de las criaturas se presenta como una especie de reflejo de la vida intradivina, que se caracteriza por ser un continuo "dejar sitio, al otro, una eterna oblatividad: el Padre "deja sitio, al verbo y los Dos "dejan sitio, al Espíritu; la creación es el acto gracias al cual los Tres hacen nacer a los existentes contingentes, admitiéndolos gratuitamente a entrar en relación consigo e incluso - en el caso de las criaturas humanas - a participar de su propia vida ( gracia).

Puesto que todo tiene su origen en el poder y - en la bondad de los Tres, todo lleva dentro de sí un reflejo del amor trinitario creador; y todo existente es por sí mismo un "reenvío" o "remite" al amor del Padre, como fruto gratuito del mismo (creación de la nada); toda criatura lleva en sí misma una huella filial, es decir, de acogida y de apertura al otro y que lleva en sí una aptitud para la comunión y para el encuentro, caracterizándose estructuralmente como ser-en-relación.

Finalmente, para concebir correctamente la creación, no se puede prescindir de la escatología o nueva creación. El Dios trino es también el fin de la creación y esta última es una realidad "abierta», tanto en el sentido de que todo está en camino y evoluciona hacia una realización de Si mismo cada vez más plena, como en el sentido de que el hombre, la historia y - el mundo están orientados hacia un cumplimiento y una patria que Dios mismo garantiza (cf. 1 Cor 15,28: Dios todo en todos) y que ha tenido ya su anticipación luminosa y consoladora en el amanecer de la Pascua. Es el espíritu el que lo guía todo y a todos en este éxodo. Él habita en el mundo y actúa para que se realice el proyecto del Padre; actúa a fin de provocar la llegada de "los cielos nuevos y la tierra nueva». Está empeñado en conseguir que la creación conozca su cumplimiento en el "sábado sin fin' prometido por el Creador, un día al que no sigue la noche, el punto de reposo de la historia, la hora de "estar en casa' después de la nostalgia y del destierro, el momento en el que todo y todos vivirán la condición pascual dé un gozo sin sombras, de una paz sin tensiones, de un amor sin límites (G. M. Salvato)”.

El Concilio Vaticano II afirma a este respecto: "La Biblia nos enseña que el hombre ha sido creado "a imagen de Dios", con capacidad para conocer y amar a su Creador, y que por Dios ha sido constituido señor de la entera creación visible para gobernarla y usarla glorificando a Dios. ¿Qué es el hombre para que tú te acuerdes de él? ¿O el hijo del hombre para que te cuides de él? Apenas lo has hecho inferior a los ángeles al coronarlo de gloria y esplendor. Tú lo pusiste sobre la obra de tus manos. Todo fue puesto por tí debajo de sus pies (Ps 8, 5-7). Pero Dios no creó al hombre en solitario. Desde el principio los hizo hombre y mujer (gen l,27). Esta sociedad de hombre y mujer es la expresión primera de la comunión de personas humanas. El hombre es, en efecto, por su íntima naturaleza, un ser social, y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás. Dios, pues, nos dice también la Biblia, miró cuanto había hecho, y lo juzgó muy bueno (Gen 1,31)" (G.S 12).


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RESURRECCIÓN


Lo primero que los Apóstoles enseñaron es lo que se llama el Kerigma Apostólico o Primer Anuncio y que se constituye en el corazón de la fe cristiana: la Pasión, Muerte y Resurrección como acontecimiento de salvación. Un modelo lo constituye lo que San Pablo le recuerda a la comunidad de Corinto: "Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué, que habéis recibido y en el cual permanecéis firmes, por el cual también sois salvados, si lo guardáis tal como os lo prediqué... Si no, ¡habríais creído en vano! Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo" (1Co 15.1-6).


El Catecismo enseña: "El Misterio pascual de la Cruz y de la Resurrección de Cristo está en el centro de la Buena Nueva que los apóstoles, y la Iglesia a continuación de ellos, deben anunciar al mundo. El designio salvador de Dios se ha cumplido de "una vez por todas" por la muerte redentora de su Hijo Jesucristo" (Cat No 511).


Por su parte el Diccionario al referirse a la resurrección de Jesús presenta el siguiente articulo: «La credibilidad de la revelación cristiana encuentra su punto de apoyo en el acontecimiento de la resurrección de Jesús crucificado. Si este punto resiste, resiste la fe; si cae la resurrección, todo resulta superfluo. La primera afirmación de la resurrección es el texto de 1 Cor 15,3-5. Este texto es la profesión de fe más antigua: se remonta a los años 35-40 y constituye uno de los testimonios mas arcaicos.


Pablo, según el lenguaje técnico de los rabinos, «transmite» lo que «recibió», no produce nada propio ni da interpretación alguna; su tarea consiste sólo en transmitir con fidelidad. La profesión de fe pone por escrito lo que va había sido experiencia histórica de algunos testigos, los Doce y las mujeres, que habían visto resucitado a Jesús, el crucificado. Sin embargo, la fe en la resurrección no nació el día mismo de Pascua; fue madurando en el corazón y en la mente de los discípulos por la predicación misma de Jesús, que en varias ocasiones había puesto su resurrección como señal última y definitiva del amor fiel que le tenía el Padre (Mc 9,31). La Pascua hizo explícito y evidente que la predicación de Jesús sobre el Reino de Dios encarnado en su persona de Hijo, sobre su mesianismo y sobre la salvación a través de la muerte, era ciertamente Palabra de Dios dirigida a la humanidad.


La resurrección imprimió la definitividad y la certeza de la fe que ellos habían tenido en su persona, a pesar de que, ante el carácter enigmático de su predicación y sobre todo ante los acontecimientos de su pasión y de su muerte, habían reaccionado con el temor, la duda y la huida- En la profesión de fe pascual se encuentran sintetizados todos los elementos constitutivos de este acontecimiento salvífico, a saber:1. La concreción de la muerte de Jesús. La crucifixión era una de las muertes más violentas y dolorosas de la antigüedad-«la mas infame de las muertes », escribió Flavio Josefo-. para el mundo judío representaba, además, el signo de la maldición de Dios. La muerte de Jesús no fue una muerte aparente al contrario, fue una muerte real y verdadera, confirmada por la apertura del costado, con la que la autoridad verificaba la realidad de la muerte de un condenado, que no hubiera muerto antes de romperle los huesos de las piernas, para evitar que siguiera respirando.2. Jesús fue sepultado. Según la ley judía, ningún crucificado habría podido yacer en una tumba familiar, porque se le consideraba impuro según la ley (Dt 21,22), esto explica el « sepulcro nuevo" donde fue puesto el cadáver. Hay que señalar, además, que su sepultura se hizo aprisa por dos motivos: el primero, en conformidad con los textos sagrados, porque estaba cerca la fiesta de la Pascua; el segundo, porque la ley romana prohibía estrictamente las lamentaciones fúnebres en el caso de los condenados a muerte.3. La resurrección fue un acto único del Padre.


El texto de 1 Cor 15,3 utiliza el verbo eghéghertai en perfecto con un significado pasivo, lo cual indica al menos dos cosas: a) que la acción que se cumple es obra del Padre, por lo que el texto diría: «Dios lo ha resucitado». b) a diferencia de la muerte y de la sepultura, donde se usa el tiempo aoristo, que indica una acción cumplida y terminada en el tiempo, aquí el perfecto expresa la continuidad de una acción: en una palabra, aquí no es que Jesús «vuelva a vivir» de la misma manera que Lázaro (Jn 12,1) o que la hija de Jairo (Mt 9,25), sino que para él la vida es ahora una acción permanente que y a no tendrá fin.4. La aparición. La profesión de fe afirma como último elemento que Jesús «fue visto», «se dejó ver» por Pedro y luego por los Once: ¿cómo debe interpretarse esta aparición2 Ciertamente, no fue ni una ilusión personal o colectiva ni una experiencia mística. No es posible exigir a los textos lo que no quieren decirlo en este caso, los autores sagrados no hablan de la naturaleza del contenido de las apariciones del resucitado, sino del hecho de que vieron resucitado a Jesús, el que había muerto crucificado. Las apariciones son una mediación de la resurrección, mediante las cuales nos vemos invitados, una vez más, a dar fe a unos testigos que afirman un hecho tan grande y envuelto en el misterio, por el que estuvieron dispuestos a padecer incluso el martirio.


La resurrección, de suyo, no tiene necesidad de «pruebas». Provoca a la fe y exige una respuesta de fe sin embargo, hay hechos que atestiguan la verdad del relato de los testigos. Ya hemos hablado de las apariciones y del sepulcro vacío hay que recordar-además algo que confirma la verdad del hecho pascual: el cambio de vida de los discípulos.


Hay un hecho cierto : esas personas tuvieron una experiencia totalmente particular que los llevó a renunciar a todo por atestiguar el hecho de que Jesús había vuelto realmente a la vida y de que ellos lo habían visto. Un testimonio como éste, rubricado por el martirio, no puede carecer de significado. Pablo está también tan convencido de él que se juega toda la vida, su conversión radical, su misión de apóstol y su predicación precisamente por este acontecimiento: «Si Cristo no ha resucitado, es vana nuestra fe y es inútil nuestra predicación» ( 1 Cor 1 5,14).


La resurrección de Jesús transformó su cuerpo mortal en un cuerpo «espiritual» lo que Pablo quiere decir con esta afirmación es que la resurrección de Cristo - y la nuestra en él- es principio de una vida plenamente nueva, pero que no excluye la que vivimos ahora. El cuerpo actual vive bajo el principio de la materialidad; el de la resurrección estará bajo el principio de la espiritualidad. Si ahora vemos nuestro espíritu actuando, pero limitado en gran parte por la materialidad, en la resurrección el principio fundamental será el del espíritu no limitado por la materialidad. Pero es evidente que el lenguaje humano no es capaz de expresar la verdad de este acontecimiento más que recurriendo al símbolo y al arte como expresión que más se acerca a la realidad espiritual y mistérica.


Así pues, la resurrección se convierte en una provocación a dar sentido a la vida lo afirma el apóstol sin ambages: si Cristo no ha resucitado, dediquémonos a comer y a beber, porque luego moriremos (1 Cor 15,32), es decir, dejemos toda esperanza, ya que no queda más que la tristeza de la certeza de la muerte. Al contrario, la resurrección da fuerzas para seguir adelante, para saber que el pecado y la muerte ya han sido vencidos una vez por todas y que ya desde ahora nosotros, aunque marcados por la finitud y por la certeza de morir, tenemos y a los signos de la resurrección. Esta esperanza en la resurrección se nos dio ya el día del bautismo para que no vivamos esta vida en la tristeza y en la angustia de no saber nada sobre el futuro, sino que tengamos ya en nosotros una vida divina que es capaz de transformar el presente. R. Fisichella».
Tarea: Con tus palabras explica que entendiste de la Resurrección de Jesús (Ojo no se trata de un resumen sino de que expreses con tus palabras las cosas que te llamaron la atención, que aprendiste de nuevo y de pronto qué no entendiste.



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